La familia de Mariela Bortot, desaparecida hace dos años, pide piedad de quienes se la llevaron y denuncia impunidad. Una ojota de la mujer es lo único que se halló. Un expolicía, que trabajaba para el intendente local, es el único imputado, aunque sigue libre.
Como hacía cada jornada, la mujer salió a caminar por las afueras del pueblo. Eran las 19.30 y faltaba rato para que anocheciera. Iba en ojotas escuchando música de su celular y alcanzó a decirle a su hija que la esperara en casa, así le lavaba el cabello ya que no podía hacerlo porque tenía un brazo operado. Una decena de vecinos la vio caminando, feliz, por las polvorientas calles de tierra. Algunos recuerdan que un auto móvil gris andaba cerca.
Así como el viento llega y se va, como un suspiro Mariela Viviana Bortot (40) desapareció. Y nunca más volvió a ser vista. Fue en la tarde del sábado 25 de enero de 2014 en Inriville, un pequeño pueblo ubicado 300 kilómetros al sur de Córdoba.
A dos años, su caso sigue sumido en el misterio total. No sólo que nunca se la encontró, sino que lo único que se halló de ella fue una sola ojota, que estaba en un campo de la estancia del intendente del pueblo, Marcos Rodrigué. El funcionario se encontraba de viaje en Estados Unidos, con su familia.
Por esta mujer, madre de dos jovencitas y quien se ganaba la vida como empleada de un bar de una estación de servicio, se ofreció una recompensa de 100 mil pesos. De nada sirvió.
Un expolicía, que trabajaba como jefe de seguridad, del campo del intendente, es el único acusado por la desaparición de Mariela. Jorge Orellano (59) está imputado por privación ilegítima de la libertad, pero por falta de pruebas quedó libre.
Si bien algunos pesquisas no descartan que esté viva y haya caído víctima de una red de trata, a Mariela la buscan muerta. Creen que fue asesinada.
Sin embargo, la carencia de pruebas y pistas sólidas, la ausencia de testigos vitales y la falta de un móvil claro en torno a su suerte, hacen que la causa siga sumida en la nada.
Por el mal desempeño, la Policía de Córdoba fue apartada de la investigación. Hoy, al trabajo lo hace –sin éxito, también– un grupo de pesquisas de la Policía Judicial de Córdoba.
Dos fiscales trabajan en la causa. Por un lado, Gustavo Zucchiatti (de instrucción, de Corral de Bustos) y Telmo López, de Cámara, de Bell Ville).
Dolor, decepción y bronca
24 meses pasaron y los Bortot sienten en carne viva la desesperación, la bronca y el desconsuelo por la falta absoluta de avances en la causa.
En 2015, el expediente no deparó grandes novedades.
“Llega un momento que, por el dolor y la desesperanza, uno siente que no importa que agarren a los tipos que se la llevaron... Sólo pedimos que si la asesinaron, nos digan dónde la tiraron, así podemos enterrarla”, afirmó Claudio Bortot, hermano menor de Mariela.
“Nos gustaría tener un lugar para recordarla y llevarle flores. ¿Y los culpables? Dios se encargará de ellos”, añadió.
“El dolor de los Bortot debe ser el dolor de todo un pueblo. La indiferencia duele. Si callamos, todos somos cómplices”, escribió Jéssica Fontana (26), la mayor de las hijas de Mariela, en su página de Facebook.
El mensaje se debe a que los Bortot sienten que se quedaron solos en el pueblo a la hora de exigir justicia. De hecho, anoche no realizaron ninguna marcha, sino una oración íntima en una céntrica esquina.
“En Inriville, muchos tienen miedo de decir qué pasó con mi hermana”, opinó Claudio. La familia insiste que no se debe descartar la posible participación de “elementos del poder” en el caso. Ante ciertos rumores en el pueblo, el intendente supo decirle a este diario que no tuvo relación con la desaparición.
Sin pistas de ningún tipo
Algo está claro: Mariela no se fue por su propia cuenta. Primero, llevaba poca ropa consigo, no tenía dinero ni su DNI y, además, le había pedido a su hija mayor que la esperara en la casa de calle Santa Fe 310 para lavarle el pelo. También está descartado un suicidio.
La tesis inicial de los investigadores se orientó a una agresión sexual seguida de homicidio. Las miradas se centraron a los pocos días en el expolicía Orellano, luego de que en el campo donde él trabajaba se hallara una ojota de Mariela.
Otro elemento en su contra fue que se movilizaba en un auto gris (un Peugeot 206), similar al que fue visto cerca de Mariela, y ciertas contradicciones respecto a qué hizo y que no hizo aquella jornada.
Orellano fue detenido e imputado, pero a los cinco meses recuperó su libertad.
Con el exmarido de Mariela (Jorge Fontana) fuera de toda sospecha, la investigación se centró en otros hombres que conocían a la mujer, pero tampoco se avanzó. Incluso, se llegó a sospechar de alguna mujer que pudiera haber “encargado” un crimen por venganza.
Luego, la sospecha judicial se orientó hacia un posible caso de trata de personas.
Lo concreto es que el misterio sigue. La impunidad ya cumplió dos años.
INFO: LA VOZ DEL INTERIOR
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