Hace 19 años, el 4 de diciembre de 2006, Corral de Bustos-Ifflinger vivió una jornada que marcó a la comunidad.
Esa mañana, tras el sepelio de la pequeña Ariana Sábache, una masiva movilización de vecinos frente al Palacio de Tribunales terminó en saqueo e incendio del edificio judicial.
La protesta escaló hasta convertirse en violencia contra la sede judicial, en un episodio que dejó a la comunidad dividida entre el reclamo de justicia y la condena a los hechos de violencia.
Desde ahí se abrió una causa judicial que atravesó años de investigaciones, detenciones y juicio que en 2011 concluyó con condenas a varios imputados —incluyendo penas de siete y cinco años para quienes la justicia consideró instigadores y coautores— y recursos llevados hasta instancias superiores.
La complejidad del caso y sus derivaciones judiciales acompañaron a la ciudad durante más de una década y a pesar del juicio la sensación es que nunca se supo la verdad de lo ocurrido.
A lo largo de estos 19 años, el episodio dejó huellas que no se borran: dejó preguntas sobre la protección de la infancia, sobre la prevención de la violencia intrafamiliar, sobre la respuesta institucional y también sobre los límites y consecuencias de la protesta social.
Para muchos, la quema de los tribunales fue el síntoma brutal de fallas profundas; para otros, un acto que no puede justificarse aunque nazca del dolor y la impotencia. Estas tensiones siguen siendo tema de debate en la memoria colectiva del pueblo.
A 19 años, recordamos a Ariana y a su familia; recordamos también a una comunidad que exigió respuestas y que luego tuvo que convivir con las consecuencias de aquella jornada.
Recordar no es revivir el enojo: es reconocer el dolor, exigir políticas públicas que protejan a la infancia, fortalecer los mecanismos de prevención y asegurar que la búsqueda de justicia se haga dentro del marco de la ley.
Porque la memoria sólo sirve si nos obliga a mejorar lo que falló.
INFO: EL SOBERANO DIGITAL
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