Inriville. La familia atraviesa "con alivio y tristeza" el duelo tras el hallazgo de los restos. Pero saben que viene "un segundo capítulo, que es hallar a los responsables" del crimen.
"Hay alivio, sí; ahora sabemos dónde está Mariela y podemos llevarle una flor. Pero también estamos tristes, teníamos la esperanza de encontrarla con vida".
Claudio Bortot, el hermano de Mariela (41), comparte por primera vez las sensaciones de la familia desde que se confirmó que los restos enterrados en un campo cerca de Monte Buey pertenecen a la mujer desaparecida en enero de 2014 en Inriville.
"Sabíamos que pasado tanto tiempo, y ante la falta de noticias, todo hacía presumir este final. Pero siempre había una esperanza de que apareciera viva, en especial para las hijas", cuenta a Día a Día en referencia a Jéssica y Brenda, las dos hijas de Mariela, quienes la buscaron con tenacidad desde aquel 25 de enero de 2014, cuando la madre salió a caminar por el pueblo y nunca regresó.
La familia Bortot está de duelo, explica Claudio; él, Jéssica, Brenda y los padres de Mariela, que ya son mayores, están empapados de un doble sentimiento: "Tristes por el final, pero tranquilos al saber que la tenemos de nuevo con nosotros y podemos llorarla".
La semana pasada, peritos de Antropología Forense identificaron los restos mediante el análisis de las piezas dentarias, que coincidieron con la ficha odontológica de Mariela.
Otro de los elementos de identificación fue el hallazgo entre los restos de una prótesis correspondiente al hombro derecho, igual a la que tenía la mujer previo a su desaparición, a raíz de una fractura en el brazo.
Enigma. La desaparición de Mariela se convirtió en uno de los mayores misterios en la provincia, al punto de que el Gobierno, sin respuestas pese a semanas de excavaciones, rastrillajes y estudios en esa zona del sureste de Córdoba, ofreció 100 mil pesos de recompensa.
Lo más "intenso" se vivió en los días posteriores a la desaparición, cuando se detuvo e imputó por presunta "privación ilegítima de la libertad" al expolicía Jorge Orellano, un cuidador de la estancia del intendente de Inriville, Marco Rodrigué. Por esos días se halló también una ojota de la mujer en el río Carcañará, lo que profundizó la búsqueda (sin resultados) con buzos y lanchas.
Con el tiempo, la investigación se fue diluyendo: Orellano quedó libre por falta de pruebas, aunque continúa imputado. Cuando fue excarcelado, denunció “torturas” por parte de la Policía.
El misterio comenzó a develarse el mes pasado, cuando Claudio fue convocado desde la cárcel de Villa María por un jornalero que quería hablar con él; le dijo que había visto a Mariela aquella tarde caminando con un hombre en un campo en Inriville, y que luego había hallado restos humanos enterrados.
El jornalero, Juan Ramón Rodríguez, fue sacado de la cárcel con custodia y llevó a la Policía hasta un sector frondoso donde, tras una excavación, fue hallada una tibia, por lo que se convocó al equipo de Antropología Forense para continuar con las tareas.
Luego se hallaron más restos que fueron acumulados en la morgue de Córdoba, donde se confirmó que pertenecían a Mariela. Fin del enigma.
Segundo capítulo. "Al encontrar a mi hermana cerramos un capítulo, pero ahora empieza otro: hallar a los responsables", explica Claudio.
El abogado de la familia Bortot, el querellante Horacio Baleani, coincide con esta segunda etapa, que consiste en llevar al asesino ante la Justicia.
En ese sentido, todas las miradas se concentraron rápidamente en el jornalero Rodríguez, actualmente detenido por un presunto abuso sexual.
La familia Bortot, su abogado y la propia Justicia sospechan de él por ciertas inconsistencias en su relato, y por la precisión con la que señaló el lugar donde estaba oculto el cuerpo.
El fiscal de Bell Ville, Oscar Aliaga, está a cargo de esta segunda etapa en un caso enigmático.
INFO: DIA A DIA
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