PIEDRA LIBRE : Mucha Face y poco Book ( libro)

Por estos días el ámbito docente se encuentra poco menos que conmocionado por la convocatoria, a través de Facebook, a una “chupina” colectiva de estudiantes secundarios.
Todo empezó en Mendoza donde se hizo ya, hace un par de semanas, una cita similar que fue acatada por millares de alumnos de varios establecimientos. Antes de eso, que sepamos, se utilizó en Buenos Aires este mismo sistema para realizar una movilización en apoyo al gobierno.
Vivimos un tiempo raro en el que parecen existir dos mundos que se superponen uno al otro aunque existen entre ambos algunos pasadizos que no siempre son utilizados por los habitantes de uno y otro escenario. En el mundo virtual, millones de personas nos comunicamos diariamente, nos enviamos mails, conversamos en el MSN, nos dejamos mensajes breves, enviamos fotos e imágenes, recomendamos sitios y páginas, leemos los diarios de todo el mundo, nos ponemos de novio, ofrecemos productos en venta, compramos desde cámaras fotográficas hasta un ejemplar raro de alguna revista publicada hace 50 años, bajamos música y películas, miramos videos y filmaciones caseras, conseguimos libros agotados, escuchamos radio en vivo desde cualquier lugar del planeta, pagamos impuestos y servicios por la red. Para muchos de nosotros hoy resulta muy difícil concebir la vida sin Internet.
Es el Aleph o el Libro de Arena, concebidos por Borges, siempre obsesionado por el infinito. Todo está en Internet y, en cierto modo, todos estamos allí. Es la era del acceso, como definió a este tiempo Alvin Toffler. Las comunicaciones son instantáneas y casi sin costo entre habitantes de todo el mundo.
El poder de Internet es tan inmenso que está haciendo replantear el significado de los derechos de autor y ha hecho realidad la libertad de prensa. Ahora, como nunca antes, podemos escribir y ser leído por millones de todo el mundo. Ha sido el caso, por ejemplo, de la joven cubana Yoani Sánchez, cuyos breves textos deoivos de la realidad de su país están haciendo temblar el vetusto régimen de los hermanos Castro.
Internet nos permite acceder a todos los textos, toda la música, todas las películas, todas las pinturas, todos los museos, todas las enciclopedias, todos los paisajes, toda la arquitectura, todos los diccionarios… en fin, toda la cultura del mundo.
Uno podría pensar que, con arma tan poderosa a nuestra disposición, la educación encontraría un aliado que permitiría ganar territorio sobre la ignorancia y la dejadez intelectual. Pero eso no es tan seguro como podría parecer a primera vista.
No hay que olvidar, por ejemplo, que existen los comandos “seleccionar”, “copiar” y “pegar”, lo que permite a los estudiantes ahorrarse el esfuerzo por hacer algún trabajo encomendado por los docentes mediante el uso de la tijera y el armado de textos escritos por otros. Internet sirve tanto para estudiar mejor como para cancherear más eficazmente. Para lo uno y para lo otro. Y siempre habrá quienes lo utilizan en una dirección y en la contraria. Internet se puede utilizar para mejorar la nota en alguna materia que tenemos abajo o para convocar una “chupina” colectiva y juntarnos a pavear en la Plaza San Martín con la intención de que nos filmen, nos saquen fotos y luego podamos subir todo a la red y decirles a los de Mendoza que la nuestra fue la mejor “chupina” del mundo.
Y, seguro, el faltazo multitudinario tendrá más impacto mediático que el de un grupo de alumnos que, calladitos, van a alguna olimpiada de matemáticas y consiguen algún lugar destacado en la clasificación final.
No nos pondremos en el papel de esos padres ejemplares que dicen que en su tiempo la juventud era “más sana” o más contraída al estudio y el esfuerzo. Tampoco pensaremos que todo está perdido por una simple chupina colectiva, sobre todo cuando un decreto presidencial nos convoca a un día de huelga nacional el 24 de mayo.
En todo caso, con escuelas que no pueden cumplir con los 180 días de clases anuales sería poco serio que nos pongamos severos ahora cuando ejercemos la chupina a mansalva, durante todo el año.

Por Gonzalo Neidal ( La Mañana de Córdoba )